Cuando
escuchamos la palabra “Independencia” automáticamente la asociamos con los
festejos para conmemorar la libertad que resultó de la lucha armada en contra
de la ocupación española, el 16 de septiembre de 1810 en nuestro país. En este día se hacen fiestas y eventos por
doquier y el país se adorna con los colores patrios, se hacen platillos
especiales, hay conciertos de artistas famosos, fuegos artificiales y muchas
otras actividades según la tradición de cada lugar; pero todo realizado con un
mismo fin: se celebra la libertad que nos concedieron los héroes nacionales
gracias a su sacrificio que los convirtió en mártires de la nación.
La
independencia es un valor moral y ético que tiene que ver con la capacidad que una
persona demuestra para valerse y para tomar decisiones por sí mismo y no estar
sometido así al dominio de un ente o ser superior. En sí, la independencia se puede expresar
como soberanía, autonomía o libertad, por lo cual se vuelve uno de los elementos
más importantes y esenciales para la vida humana.
Gracias a los
héroes nacionales, los mexicanos vivimos en un país independiente, libre y
soberano en el cual podemos ser y realizar nuestras actividades diarias que nos
permiten hacernos valer por nosotros mismos en cuanto a cuestiones económicas,
sociales, laborales o habitacionales. No
estamos bajo el régimen de otro país que nos limite o nos imponga leyes
restrictivas en cuanto a nuestra ideología social, política o religiosa. ¡Somos independientes, somos libres!
Pero…
¿Realmente lo somos?
Constantemente
vivimos atacados por el stress de la cada vez cambiante economía en el país (la
cual en realidad esta afectada por la de otros países). Nos preocupamos por problemas de trabajo. Nos obsesionamos por comprar el teléfono
celular de último modelo. Nos esforzamos
por comprar ropa de diseñador al costo que sea.
Necesitamos cambiar de auto cada dos o tres años. Nos afanamos por tantas y tantas cosas
“necesarias” que en realidad lo que estamos haciendo es dejarnos controlar por
la mercadotecnia de las grandes compañías.
Nos preocupamos tanto de lo que pueda suceder en el mañana que no
vivimos plenamente el hoy. Vivimos
esclavizados de los afanes de la vida.
Por otro lado,
diariamente enfrentamos conflictos de todo tipo con las personas con las cuales
convivimos, entendiendo por conflicto cualquier diferencia en forma de pensar o
deseo de llevar algo a cabo. Cuando esto
sucede, tratamos de imponer nuestra ideología o de hacer aquello que más nos conviene. El egoísmo se hace presente, además de que el orgullo no nos permite ceder
ante el prójimo. Mientras estamos en la
discusión, sin darnos cuenta permitimos que llegue la ira y entonces se
instalan el rencor y la amargura en nuestro corazón, los cuales poco a poco nos
van dominando hasta que nos hacen personas duras, difíciles de tratar. Los malos sentimientos se apoderan de
nosotros y nos dominan. Entonces dejamos
de ser libres.
Pero, ¡ánimo,
hay buenas noticias! Hay un héroe
universal que ha sido sacrificado para darnos verdadera independencia,
verdadera libertad. Fue él quien dijo:
“Vengan a mí todos los que estén cansados y trabajados, que yo los haré
descansar” y “No se preocupen por lo que han de vestir o comer mañana, porque
cada día trae sus propios problemas.
Acérquense a Dios y él les dará todo lo que necesitan”.
Pero lo que dijo,
que nos asegura una verdadera independencia es: “Conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres”. Y la verdad a
la cual se refería era él mismo, pues aseguró que él es “el camino, la VERDAD y la vida”.
Este héroe universal es Jesucristo.
Él ha dado su vida para que tú y yo seamos verdaderamente libres. Lo único que tienes que hacer es creerle y pedirle
que te ayude con lo que sea que estés batallando: con actitudes negativas, con
problemas familiares, emocionales y financieros, con adicciones,… Él te ayuda…
y te trae verdadera libertad. ¡Búscalo y
déjalo que entre a tu vida!
Jesucristo es
quien hace la diferencia entre un vaquero y un vaquero independiente.
Arnold Sáenz
arnold.saenz@gmail.com
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