Había una vez un anciano ranchero
que tenía un viejo caballo para trabajar en sus campos. Un día, el caballo
escapó a las montañas.
Cuando los rancheros vecinos le dijeron que qué mala suerte tenía por perder el caballo, él les contestó:
¿Buena Suerte? ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Una semana después el caballo volvió trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al ranchero por su buena suerte y éste les respondió:
¿Buena Suerte? ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Cuando el hijo del ranchero intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, se cayó y se rompió una pierna. Todo mundo consideró esto como una desgracia. No así el ranchero, quien se limitó a decir:
¿Buena Suerte? ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del ranchero con la pierna rota, lo dejaron tranquilo.
Había sido ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Cuando los rancheros vecinos le dijeron que qué mala suerte tenía por perder el caballo, él les contestó:
¿Buena Suerte? ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Una semana después el caballo volvió trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al ranchero por su buena suerte y éste les respondió:
¿Buena Suerte? ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Cuando el hijo del ranchero intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, se cayó y se rompió una pierna. Todo mundo consideró esto como una desgracia. No así el ranchero, quien se limitó a decir:
¿Buena Suerte? ¿Mala Suerte? ¿Quién Sabe?
Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del ranchero con la pierna rota, lo dejaron tranquilo.
Había sido ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
La gran mayoría de las veces que se nos presenta una
situación tendemos a preguntarnos el por qué de lo que nos ocurre
en ese momento. No nos detenemos a
pensar en el para qué ocurren. Todo lo
que sucede en esta vida no es por casualidad, todo tiene un propósito. Lo importante es saber enfrentar esas
situaciones y sacar el mayor provecho de ellas.
Obviamente, cuando nos suceden cosas agradables, no nos
quejamos, estamos felices. Pero cuando
nos ocurren cosas no muy agradables, o que no nos convienen, es cuando nos
quejamos, nos ponemos tristes, nos sentimos defraudados por la vida, o
inclusive renegamos de Dios. ¿No te ha
pasado?
Pero debemos ser agradecidos con todo, las cosas buenas
que nos ocurren son BENDICIONES, y las cosas malas, son oportunidades de
aprender alguna LECCIÓN que consecuentemente se convierten en BENDICIONES.
Todo viene incluido en el paquete de la VIDA. ¿Hemos de aceptar solo las cosas buenas y las
malas no?
No pierdas la oportunidad de aprender una lección y
aplicarla a tu vida para que sea edificada y bendecida cada vez que se te
presente la oportunidad.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. Romanos 8:28
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. Romanos 8:28
Arnold Sáenz
arnold.saenz@gmail.com
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